miércoles, 24 de agosto de 2011

Rumbo a casa

Pasamos las últimas horas en Thailandia visitando el sector más moderno de Bangkok, con sus gigantescos centros comerciales, sus rascacielos de cristal o el espectacular tren aéreo.
Ya en el aeropuerto es inevitable echar la vista atrás rememorando las cinco últimas semanas, una aventura maravillosa que se inició en el caos y el calor húmedo de Hanoi, siguió por el mágico norte de Vietnam y subiendo por el río Mekong llegamos hasta la fascinante Camboya. De la bulliciosa Bangkok a las tranquilas y preciosas playas del sur de Thailandia, cada lugar es un paisaje diferente con personalidad y peculiaridades propias pero con una población local siempre alegre y amistosa.
Cinco semanas conociendo y dejando atrás personas de todos los continentes, viajando en avión, furgoneta o barco, visitando lugares míticos a lo largo de estos tres maravillosos países, con una población amable y tolerante que te hace muy fácil el viaje.
Desde aquí animamos a todo aquel o aquella que pueda a visitar esta zona de Asia. A lo largo del camino nos hemos cruzado con gente de todas las edades, desde familias con niños, hasta jubilados con una mochila a la espalda. Con un mínimo de inglés es muy fácil moverse de un lado para otro; las rutas están trilladas de gente que vive del turismo y el abanico de ofertas para todos los presupuestos es inabarcable. 

miércoles, 17 de agosto de 2011

Koh Phi Phi

Apuramos nuestras últimas horas en esta fabulosa isla conservando todavía en la retina las imágenes y vivencias de la última semana. Después de una primera impresión un poco desalentadora, a las pocas horas empiezas a descubrir los encantos de este lugar, y al cabo de una semana acabas sin remedio completamente enamorado de este pequeño archipiélago.


La frondosa vegetación, las playas de postal, el ritmo alegre, pausado y tolerante de la población local, los combates de boxeo tailandés o las alocadas noches en la playa, todo el mundo encuentra un motivo para no querer marcharse de aquí.

Pero sin duda, el tesoro mejor guardado de las Phi Phi se encuentra bajo la superficie del agua. Han sido en total nueve inmersiones, con una nocturna, y si, Lola tenía razón: ¡Dios existe! Aunque ella se ha perdido alguna por la heridas en la rodilla...

La temperatura del agua no suele bajar de los treinta grados, la visibilidad algún día ha sido superior a los cuarenta metros y el equipo de Princess Divers fantástico.


Miles de peces de todos las formas, tamaños y colores inimaginables, enormes tortugas, corales, morenas, serpientes, barracudas de metro y medio, sepias, rayas, anémonas, tiburones de arrecife...



Espectaculares las inmersiones de mar abierto en Hin Daeng, canal de paso y limpieza, del gigantesco tiburón ballena y de las mantas gigantes que por desgracia, no se han dejado ver, pero aún así, fascinante ver a los atunes persiguiendo enormes bancos de peces, meros de metro y medio o grandes bancos de barracudas que se pierden en la inmensidad del azul...

Para los intervalos en superficie el barco acostumbra a parar en Maya Bay, la famosa bahía de "La Playa", la película interpretada por Leonardo Di Caprio, dando lugar a divertidas reuniones en cubierta donde  las diversas nacionalidades intentamos comentar la inmersión y preparar la siguiente. En fin, el sueño de cualquier buceador.

Las tardes son para tomar una cerveza tumbado en una hamaca rememorando las maravillas de este Parque Nacional Marítimo y acabar por arreglar el mundo con cualquiera de las personas que hemos conocido estos días.


Los restaurantes, los centros de masaje, los puestos de comida, los tatuadores... cierran tarde, y a partir de las doce se animan los locales de copas, la música se apaga a las dos y media, pero en la playa sigue la fiesta hasta el amanecer.

Dejamos atrás con pesar este maravilloso rincón del planeta sin el menor rastro del escepticismo de las primeras horas. Sí que hay cosas que deben mejorar, principalmente en temas de concienciación y educación medioambiental y gestión del territorio, pero aún así, dudo que se pueda imaginar un lugar más paradisíaco que éste.


Hacemos noche en Ao Nang y volvemos mañana hacia Bangkok.

jueves, 11 de agosto de 2011

Phi Phi Islands

Ko Phi Phi Don, la mayor isla del archipiélago y única habitada de forma permanente.


Imagen sacada de Internet de Koh Phi Phi Don

En el paraíso... ¿O no?

Llegamos a Ko Phi Phi Don después de pasar tres días en la tranquila población de Ao Nang, y la verdad, la primera impresión nada más bajar del ferri, no es para nada gratificante. Las dos principales playas están bastante sucias y la isla no gestiona sus propios residuos, que son transportados al continente en barco una vez a la semana, lo que ocasiona que se amontone durante días en las esquinas. No hay papeleras ni contenedores y la gente deja su basura en cualquier parte. Los plásticos campan a sus anchas por la arena. Es algo totalmente incomprensible en un lugar como éste, donde se vive en exclusiva del turismo, aquí no existe la temporada baja y es evidente que se genera mucho dinero.

Por otro lado, los efectos del tsunami que arrasó la isla en el año 2004 todavía se dejan ver, hay canalizaciones rotas y el pavimento de las calles se está arreglando poco a poco.


El pueblo se encuentra entre dos bahías gemelas que se dan la espalda, dejando una estrecha franja de tierra con una calle principal, de la que van saliendo pequeñas ramificaciones. La población local es en su mayoría musulmana y vive exclusivamente del turismo. Bares, restaurantes, clubs de buceo...

Pero claro, después de esto viene cuando entras veinticinco o treinta metros en el agua azul turquesa, transparente como el cristal y en el horizonte se perfilan los contornos de las formas imposibles de las islas e islotes próximos... un poco más cerca, el mar, juega a su antojo con el color azul, y ya delante tuyo, las paredes se elevan verticalmente frenando el paso a la espesa jungla.  La marca de la marea alta te la muestran las estalactitas que cuelgan del hueco que forman las olas y piensas: ¡joder, esto es el paraíso!

Nos hospedamos en unos bungalows, a unos diez minutos del centro subiendo hacia la montaña. No es de lo mejor que hay por aquí, pero no está mal para lo que pagamos, hemos ahorrado bastante dinero viajando por tierra y ahora no lo vamos a gastar en dormir.

Ko Phi Phi Don, exceptuando el pueblo, algunos resorts y unas pocas playas, está cubierta totalmente de espesa jungla. Un camino sube al pico y hay señalados varios senderos de evacuación en caso de tsunami.

No hay vehículos a motor, y para ir a cualquier sitio, tienes que coger un bote taxi.




Hoy, hemos alquilado un bote para todo el día, con la intención de ir de isla en isla.  El paisaje es simplemente espectacular, y exceptuando algún lugar puntual, puedes disfrutar sin aglomeraciones del paisaje, de las playas, y cómo no, del agua. Decir que es como bañarse en un acuario, es quedarse corto para la explosión de vida y colorido que hay bajo el agua, yo nunca he visto nada igual: infinidad de especies de peces con colores de fantasía, enormes bancos de alevines, que te esquivan de forma acrobática, escurridizas morenas... Y una visibilidad, que es el sueño de cualquier buceador. 

Hemos pasado el día de playa en playa y yo, haciendo snorkel. Impresionante...


Al atardecer hemos parado en la playa de los Gitanos del Mar, donde después de rogar que no lo hicieran demasiado, hemos dado cuenta de un delicioso pescado.

Los Moken o Gitanos del Mar, en la actualidad habitan en algunas playas de esta zona de Thailandia, pero hasta hace pocas décadas, eran un pueblo nómada, que vivía en el mar y se refugiaba en las costas cuando llegaba el Monzón. Su conocimiento del mar hizo que no hubiera un solo muerto Moken durante el terrible tsunami de 2004, cuando la "ola que come gente", arrasó las costas y las islas del mar de Andamán, ellos ya estaban en las montañas. No son reconocidos por ningún estado, no usan reloj y el tiempo para ellos es algo muy relativo, pero el turismo ha acabado  por acercar a la mayoría a tierra firme.

Aquí viven unas cuarenta familias que se dedican sobretodo a la pesca y a ofrecer sus mejores capturas a los turistas, a la brasa y a pie de playa. Algunos ofrecen alojamiento y unos pocos han empezado a trabajar en la construcción de bungalows.


Regresamos ya de noche, y de camino al bungaló, ya no me molesta tanto la basura. ¡Mañana inmersión!

“Mis tres heridas lacerantes” o “El barquero y yo”

(Esto ha empezado como una respuesta breve a un e-mail, pero ya sabéis cuánto me enrollo siempre… Voy a aprovecharlo para una entrada del blog. Lo que no sabéis todos es que hace tres días en Ao Nang nos alquilamos una motocicleta y que en menos de 2 minutos nos comimos una acera a 10 km por hora sin más percance que cuatro rasguños leves, uno mío y tres de Javi, ambos en la pierna izquierda… )


El agua de mar y el rasguño de la rodilla me tienen de muy mal humor: estoy en Ko Phi Phi, uno de los paraísos mundiales del snorkel y el buceo y hoy me he pasado el día encima de un bote medio mareada e intentando compartir sonrisas con el barquero (además de liarnos algunos cigarrillos). De acuario natural en acuario natural mientras Javi se sumergía una y otra vez y yo me tenía que conformar con ver desde la superficie los cientos de peces de extraordinarios colores que venían a comerse lo que salía de mi estómago. No ha servido de nada las dos Biodraminas que me he tomado, ¡las he vomitado también! ¡¡¡Vaya mierda marinera que estoy hecha, sueño con el mar, pero me mareo en un balancín de parque!!!

Es curioso, mientras está en marcha a caballo de las olas me siento de maravillas aunque el culo se resiente. En cuanto amarramos la barca en una boya o echamos las dos anclas y nos quedamos meciéndonos sobre el agua, me mareo y me pongo mala, con la rodilla tirándome y escociendo cada vez que la flexiono para pasar por encima de las tablas para asomarme a mirar o vomitar o para protegerme del sol. Si me hubiera tirado al agua a hacer snorkel en lugar de quedarme en la barca hubiera sido un día extraordinario. Pero es que llevo 8 centímetros cuadrados de la rodilla en carne viva y no se me ha hecho costra de sangre protectora (¡Echo de menos las costras de mi infancia!). Entre el agua salada del baño de ayer y mis curas de betadine y blastoestimulina tengo la herida limpia como una patena. La piel se va regenerando pero no puedo pedir milagros, es la rodilla. La fina película de plaquetas (o lo que sea) que se intenta formar se rompe cada vez que me muevo así que tampoco me atrevo a dejarla mucho rato tiesa, porque cuanto más tardo más me duele luego. Y la experiencia con el bañito de 10 minutos ayer me dejó sin ganas de hacerme otra vez la valiente con el cuento ese de que el agua de mar va muy bien para las heridas; es mentira, ésta está a 33º Celsius y te la deja reblandecida y otra vez en carne viva. ¡Echale sal a la carne viva y ya me contarás!

Pero me quedan todavía seis días y si soy capaz de aguantar mañana también, creo que pasado ya se habrá formado el poquito de piel que necesito para contratar una inmersión con botella de aire y toda la parafernalia de plomos, aletas, chaleco, manómetro, profundímetro... ¡Y a disfrutar en este acuario!

(¿Dónde he dejado la blastoestinulina?  Me la voy a volver a limpiar... ;))

El barquero de hoy era un encanto de hombre, feliz de ganarse unos 70€ (3.000 bats) por llevarnos de un sitio a otro durante siete horas. Hablaba menos inglés que nosotros y cuando lo intentaba no entendíamos ni papa de lo que nos decía. Yo le he preguntado si era de la isla (¿are you from Ko Phi Phi?) y creo que me ha contestado que era musulmán; un par de horas más tarde le he preguntado si estaba casado y tenía hijos y ha soltado una parrafada larguísima de la cual sólo he entendido algo de "muslim" y encima me ha parecido que se quedaba triste, así que me he encogido de hombros y le he soltado un “I dont understan nothing, sorry”, con mi más sentida sonrisa de disculpa.

Cuando lo hemos contratado por la mañana a mí me ha dado buen rollo y como que llevaba un cartón plastificado con un mapa y las tarifas en el que iba señalando, he comprendido perfectamente sin poner nada de atención a sus palabras, pero sí a la cara de buena gente un pelín ansioso por que le dijéramos que yes.

Se ha marchado corriendo a buscar una saca de cubitos para la nevera portátil, seis litros de agua y una bolsa de restos de panadería secos para los peces. En cinco minutos estábamos sobre su barca y en marcha.

Uno de los primeros rincones en que nos ha parado después de rodear un acantilado rocoso espectacular ha sido una playita pequeña. Era una bahía prácticamente cerrada y con muy poco fondo. La playa estaba abarrotada de barcas como la nuestra y otras blancas más grandes para grupos. Parecía que no había sitio y, sin embargo, ha sido capaz de meterla en un hueco entre otras dos mientras hacía requiebros para no encallar con las rocas que sobresalían del fondo arenoso. Otros tres barqueros que miraban sus maniobras y lo desalentaban con comentarios y gestos escépticos, lo han felicitado nada más tocar arena seca. ¡A la primera en tres maniobras!


Ha clavado la segunda ancla en la playa, se ha bajado para acercarla más a la orilla y que yo no me mojara el esparadrapo de la rodilla al saltar y se ha puesto a hablar en no sé qué mezcla de idiomas… (porque si eso era inglés: ¡madre del señor hermoso! ¡Sé aún menos de lo que me pensaba!). Sólo he entendido que nos daba una hora para que nos diéramos una vuelta y que había que pagar 200 bats (unos 5€) por persona para comer. En ese punto ha empezado una conversación de besugos de agárrate que hay curva. Yo que no, que no tenía hambre, que acababa de desayunar. Él que una hora y que a andar y que 200 bats for eat. Javi ya estaba andando por la playa mirando de lejos al resto de turistas y con cara de preferir ver peces. Le grito: Javi, ven, que no entiendo nada, que no sé qué dice de 200 bats por comer aquí o algo así, e insiste. Javi se acerca con cara de “ni hablar”. El barquero habla en tailandés con otro barquero y el otro nos dice en un inglés clarísimo que para poder estar en esa playa que hay que pagar 200 bats for each. “No, no, no, go, go, go, fish, fish -señalando el agua- many tourist and not 200 bats, fish, fish, snorkel, snorkel, go, go”. Javi se ha subido de nuevo. Los otros barqueros le han debido preguntar que qué pasaba y él les ha contestado algo mientras se encogía de hombros y volvía a alzar las dos anclas y maniobraba hacia atrás.


El resto del día ha sido una delicia. Yo he vomitado dos veces. El paisaje en superficie era espectacular. Bajo las aguas trasparentes, un paraíso en el que recuperar la fe en que dios existe seguro (y que yo me he perdido: sigo atea y pensando que el hombre es una alimaña en forma de plaga y encima, de mal humor con mis tres heridas sangrantes: la de la rodilla, la de no saber inglés y la de no haber visto a Dios).

Hemos hecho unas seis paradas diferentes, unas de agua y otras de tierra. En las de agua: mecedora y vómito. ¡Yo sólo!, Javi, HAPPY cual sirena (uno de los miles de peces que ha tenido el placer de disfrutar le ha llegado a morder en una uña mientras se empujaba con otros por un trozo de pan seco en sus mismísimas narices). Hemos pagado 200 bats por persona en otra isla cuando por fin hemos comprendido que se trata de un impuesto turístico (y ojalá sirva para la buena gestión y conservación de este Parque Natural) y le hemos dado la vuelta entera andando en menos de una hora. Perímetro aproximado: 60 % de arena, 20% de rocas basálticas y 20% de calcáreas kársticas, 15 minutos de placer y 45 de infierno para los pies descalzos y también heridos de Javi. Nos hemos comido un pescado fresco entre los tres (y una gatita naranja) en un garito de la Playa de los Gitanos del mar. Qué respetuoso, qué amable y qué inglés más correcto hablaba el patriarca de los mismos cuando me ha saludado desde su silla al pasar y me ha preguntado si necesitaba algo o si podía serme útil de alguna manera. Me ha impresionado ese señor de ojos glaucos.


Y por último: hemos llegado a entender que nuestro barquero además de musulmán y no beber cerveza (pero fuma), está casado, no tiene hijos, es de Ko Phi Phi Don, estaba aquí cuando lo del Tsunami, su barca apareció donde Cristo perdió las botas y poco más… Que es un encanto con muy buen rollo que se esfuerza en explicarse aunque no lo consiga en absoluto. Un hombre sencillo y bueno. Nos hemos despedido ya de noche en el embarcadero con un buen apretón de manos aguantando la mirada y la sonrisa, un thaks for everithing mutuo y un assalamoe `alaykum que él ha devuelto sorprendido con un wa`alaykum assalam.

¡Ah, sí! Más cosas. Que la isla en la que no hemos querido pagar (Ko Phi Leh) es en la que rodaron la peli “La playa” del Di Caprio!!! En fin, qué le vamos a hacer, el corazón por eso no me va a sangrar, con tantísima gente y con todo lo que hemos visto el resto de las seis horas seguro que no debe de tener tanto encanto, ¿verdad?

viernes, 5 de agosto de 2011

Bangkok: Palacio Real y Templos


Nos alojamos en New Joe, un guest house barato que conoció tiempos mejores, a tres minutos de la famosa calle Khao San Road, centro de encuentro de miles de turistas de bajo presupuesto de paso por Bangkok, lleno de restaurantes, bares, travestis, chiringuitos, prostitutas, tiendas, así como una variopinta selección de timadores varios. Es un distrito de callejas estrechas con mercadillos diurnos y nocturnos que empalman un día con otro y donde puedes encontrar casi cualquier cosa, bien situado para visitar las principales atracciones y cerca de Chinatown.
El cocktail de calor, humedad, contaminación y tráfico, así como el exceso de estímulo y velocidad a la que se mueve esta ciudad hacen pesados los trayectos a pie.



Pero después de sortear a la multitud, que te para ofreciendo cualquier tipo de servicio, vale la pena los recintos del Gran Palacio, el Buda Esmeralda o el Buda Dormido son simplemente espectaculares, una especie de mundo alternativo dentro de la desenfrenada ciudad, donde la fantasía y el colorido llenan cada rincón y las formas imposibles se suceden adornadas con cerámicas y cristales propias de un cuento.


Bangkok es un torbellino que te agota a las pocas horas de llegar, se hace difícil orientarse y el tráfico es descomunal, las indicaciones están escritas en Thai, cuyo alfabeto es exquisito en ornamentación pero อ่านไม่ออก (ininteligible) para nosotros, el metro y el tren aéreo no llega a todos los barrios y los tuk tuk no se abren paso tan fácilmente como en otros lugares.


Salimos esta tarde a las 18:00 en autobús hacia Krabi, unas catorce horas...

jueves, 4 de agosto de 2011

Angkor


Después de cuatro días en Siem Reap ya estamos en Bangkok, hemos llegado a las 12:00, bastante cansados por el viaje en furgoneta, salimos ayer a las 02:00 y apenas hemos dormido por el camino, apretados como sardinas, en un vehículo que no está hecho para nuestra talla, pero a cambio, hemos ahorrado bastante dinero no cogiendo el avión. Nos alojamos en un guest house en la zona de Khao San, el barrio mochilero, lleno de pensiones baratas (de 5$ a 35$)
Han sido cuatro días intensos a la vez que cómodos, después de dos semanas cambiando cada noche de habitación, se agradece tener un sitio al que llegar y tirar la mochila.
Siem Reap, 150.000 h. A unos doce km de Angkor Wat es una tranquila y bonita ciudad que vive casi en exclusiva, de y para, los magníficos templos de Angkor. Arrasada por los Jemeres Rojos y reconstruida en los años ochenta y noventa, es ahora un lugar acogedor, con bonitos jardines junto al río y con una población muy joven (50% menor de quince años) que se esfuerza en satisfacer al turista.


Nos alojamos en un guest house (13$ con aire acondicionado) a diez minutos de Old Market, diversión asegurada en este pequeño distrito lleno de restaurantes, bares de copas, centros de masaje... Y un bonito mercado nocturno.
Angkor, la octava maravilla del mundo, con un total de 910 monumentos y una extensión de unos 200 km2, llegó a tener una población de medio millón de personas en su máximo esplendor en el S XII
La joya de la corona y epicentro del antiguo imperio es Angkor Wat, bandera y orgullo del pueblo Jemer, 1º en la lista de patrimonio de la humanidad, 2º en la clasificación de la Unesco, bien conservado, es el edificio religioso más grande jamás construido, con un lago perimetral de 3,6 km. de largo y una anchura de 200 m. que impone y empequeñece nada más verlo.
Obviamente, dadas las magnitudes de la extensión es inviable visitarlo a pie. Se puede alquilar un taxi, un tuc tuc, furgoneta... Una forma barata y divertida de visitar los templos principales es alquilar una bicicleta, cosa que hemos hecho los dos primeros días.  La geografía completamente llana, así como la frondosa vegetación, hacen muy agradable el paseo de un lugar a otro, aumentando la sensación de libertad al no depender de nadie.
De templo en templo, las torres, las esculturas, los bajorrelieves... unos mejor conservados, otros en ruinas, transmiten un pasado glorioso, con escenas cotidianas, militares o religiosas. 
Las reconstrucciones se hacen muy costosas, en parte por que cada piedra está esculpida y forma parte de un enorme y pesado rompecabezas y actualmente, los esfuerzos se centran básicamente en la conservación, identificación y mantenimiento.
La fascinación por este lugar es mítica, desde que Francia lo diera a conocer al gran público a mediados del S XIX, aunque marinos portugueses y españoles ya tuvieron contacto en el S XVI y nunca dejó de ser visitado por religiosos y peregrinos, el récord de visitas fue en el año 2007, antes de la crisis económica con dos millones de turistas.


En esta época, aquí es temporada baja, y aunque te cruzas con gente en los templos más importantes, es fascinante llegar por un sendero embarrado a los más pequeños, dejar la bicicleta y jugar a ser Indiana Jones mientras exploras todos los rincones.
Cada dos o tres km. es fácil encontrarse con puestos donde la gente local ofrece comida y souvenirs, imprescindibles para refugiarse de las tormentas y beber algo frío acompañado de gallinas, perros, niños y algún mono intentando robar comida. La zona que rodea los templos está ocupada por bosque selvático, lagos, arrozales y viviendas de madera, algunas muy bonitas.
En el siglo S XV debido a los ataques exteriores y las disputas internas, la capital se trasladó a Phon Penh, abandonándose todo por completo, a excepción de Angkor Wat, que nunca ha dejado de ser habitado por un grupo de monjes budistas y debe a ello su buen estado.
La selva se adueñó de todo, engullendo ciudades enteras y causando destrozos catastróficos en las construcciones, ofreciendo también imágenes espectaculares. El lugar casi se olvidó hasta que un naturalista francés lo puso nuevamente en el mapa internacional en 1860.


El tercer día dejamos las bicis, con el culo dolorido y subimos en un tuc tuc tirado por una moto, para visitar algunos de los más alejados. ¡Mucho más descansado!
En 1898 se funda la Escuela Francesa de Extremo Oriente con el propósito de estudiar el patrimonio artístico de Indochina bajo dominio francés. En 1908 se empieza la conservación de Angkor Wat, interrumpida por el brutal régimen de los Jemeres Rojos. En 1992 es declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad y en 1993 se funda el Comité de Coordinación Internacional para restaurar y preservar el patrimonio de Angkor. 
El ultimo día lo dedicamos a Siem Reap, a los jardines, al bonito museo de Angkor, un monasterio budista y a última hora metemos los pies en remojo y nos damos un masaje, Lola en la espalda y yo en los pies, mucho mejor de lo que esperábamos por los 2$ que nos ha costado.


Durante tres días, que le hemos dedicado a Angkor, nos ha dado tiempo de visitar sin recrearnos mucho, los diez o doce principales templos, se necesita una semana como mínimo para conocer el cinturón de unos 50km y un mes para conocerlo a fondo. Algunos de los últimos estudios sospechan que el área de Angkor pueda alcanzar los 3.000 km2.


Quisiéramos mencionar y destacar el trabajo de las muchas organizaciones e iniciativas de diversa índole, públicas y privadas, algunas apoyadas por el pequeño empresariado local, que luchan contra la pobreza, por la escolarización de niños y mujeres, limpiando campos de minas en otras zonas o ayudando a los mutilados... También a los equipos de arqueología y universidades de varios países que tratan de conservar y reconstruir este lugar.
Destacar lo cómoda que resulta Siem Reap para cualquier tipo de presupuesto, con una excelente oferta para todos los precios.

Y ahora, Bangkok!!!

sábado, 30 de julio de 2011

Phnom Penh

Después de dos días por el delta, llegamos a la frontera con Camboya desde Chau Doc, subiendo en barco lento por el Mekong. Rellenamos un pequeño formulario, pagamos 20 dólares por el visado y salimos en furgoneta hacia la capital, Phnom Penh.
La carretera que discurre paralela al río está en buen estado, un carril para cada sentido y casas a ambos lados con grandes fardos de tela que invaden la calzada, donde se seca el maíz.
El paisaje empieza a cambiar pronto, de entrada sorprende el poco tráfico (comparado con Vietnam) que circula por la carretera, mucho más ordenado, y con puestos de policía inexistentes en Vietnam.
Sorprenden también las viviendas, mucho más cuidadas arquitectónicamente, muchas humildes, la mayor parte, otras, grandes casas unifamiliares,  pero en su mayoría con plantas y jardines y un sentido estético en general mucho más trabajado.
Con el paso de los km. empezamos a ver espectaculares pagodas y estupas,  aquí, a diferencia de sus vecinos del este, si tienen libertad religiosa, y la población es en un 95% budista.
Después de unas tres horas llegamos a Phnom Penh, capital de Camboya, nos alojamos en un guest house (casa de huéspedes 9 dólares con baño y aire acondicionado).
Compramos el  billete allí mismo para salir mañana por la tarde hacia Siem Reap, y acordamos encontrarnos con un conductor de moto carro a las 07:00 para hacer un tour por la ciudad.


Exótica, colorista, dinámica o terrorífica... Todo depende del prisma por el que se mire, Phnom Penh, conocida en otra época como la Perla de Asia, con sus amplias avenidas ajardinadas  y edificios restaurados, aún conserva un toque colonial francés, que junto a la arquitectura Khmer, muy presente en la mayoría de las nuevas construcciones, llena la ciudad de matices exóticos. Mucho más colorista y alegre a simple vista que el resto de ciudades que llevamos visitadas, con un tráfico mucho más relajado y espaciosas zonas verdes, da la impresión de ser un golpe de aire fresco y es frecuente que la gente se quede más de lo proyectado en un principio.
Después de la agradable sorpresa adviertes que no todo es tan perfecto, la ciudad, como sus habitantes, se encuentran en plena transformación de posguerra y todavía queda mucho por hacer, sobre todo en los temas que afectan a la vida de las personas, las tasas de escolarización no son las deseadas, y el trabajo infantil es habitual, la cobertura social se limita a organizaciones no gubernamentales, y la mayor parte de los recursos están en manos extranjeras. 
Aproximadamente viven aquí 1.500.000 personas, y muchas de las principales firmas de Asia tienen delegación en la ciudad, debido a su estratégica ubicación en la confluencia de los ríos Mekong y Tonlé Sap, centro de paso obligado para el transporte fluvial de mercancías  hacia el mar de China. 
Empezamos el día por el palacio real y la pagoda de plata, conjunto espectacular por sus formas y colores. De visita obligada, un recinto magnificamente ajardinado, donde la arquitectura Khmer muestra todo su esplendor. 


Los desplazamientos en moto taxi forman parte del encanto y te permiten ver muchos aspectos de la ciudad de una manera muy cómoda.
Después de los espectaculares palacios visitamos dos lugares mucho menos agradables, el memorial al genocidio, antiguo campo de exterminio y el museo del genocidio, antiguo centro de detención y tortura.
Aquí nadie habla, nadie ríe, las caras normalmente alegres y sonrientes de los turistas tienen aquí el rostro duro y el ceño fruncido, la gente evita mirarse a los ojos, perdiendo la mirada hacia cualquier lugar mientras se pasea por estos campos de la muerte.
Aquí se produjo el genocidio más grande en términos porcentuales de la historia.
La dictadura de los Jemeres Rojos (1975-1979) provocó la muerte de unos dos millones de personas, una cuarta parte de la población total de Camboya. Encabezados por Pol Pot instauraron un régimen rural, prohibiendo la vida en las ciudades, la educación,  la moneda, disolvieron los matrimonios así como la estructura familiar, "reubicaron" a millones de personas en campos de trabajos forzados en zonas rurales, rompieron relaciones exteriores con el mundo y se dedicaron ha asesinar a niños, niñas, ancianos, mujeres y hombres por el simple hecho de saber leer o llevar gafas. No hay Camboyano que no tenga algún familiar muerto o desaparecido, pero nadie quiere hablar, una amnesia colectiva parece haberse apoderado de la población y solo nombrar el nombre de Pol Pot es un gesto mal visto, se hace evidente la falta de interés en este tema, si se comparan las pobres instalaciones que se dedican a conmemorar aquellos horrores, con otras dedicadas a  simples nimiedades, todo el mundo quiere olvidar.


En la entrada del museo se puede leer el siguiente texto:

"En este siglo XX Camboya vio como la banda de criminales de Pol Pot cometió el genocidio más odioso de la actualidad, la matanza de la población con una atrocidad incalculable, mucho más cruel que el genocidio cometido por el fascismo de Hitler, más terrible que cualquier otra experiencia que el mundo haya conocido antes. Con estupor delante de nosotros, imaginamos la voz dolorosa de las víctimas maltratadas por los hombres de Pol Pot con palos de bambú o azadones y apuñaladas con armas blancas. Nos parece estar mirando las escenas de horror y pánico. Los rostros heridos de personas fatigadas por el hambre o por los trabajos forzados o torturadas sin misericordia en sus famélicos cuerpos. Murieron sin dar las últimas palabras a sus parientes y amigos. Como si fueran animales dañinos, las víctimas eran golpeadas con palos en sus cabezas o con azadones y apuñalados antes de su último aliento. ¡Cuán amargo final viendo a sus niños queridos, esposas, maridos, hermanos o hermanas atados fuertemente antes de la masacre! Aquel momento en que esperaban por turnos la misma suerte trágica de los demás. El método de matanza que la banda de criminales de Pol Pot hizo con camboyanos inocentes no puede describirse total y claramente con palabras, porque la invención de tales métodos es extrañamente cruel, por lo que es difícil determinar quiénes fueron ellos, pues tenían forma humana, pero sus corazones eran los corazones del demonio, tenían rostros camboyanos, pero sus actividades eran completamente reaccionarias. Quisieron transformar a la gente de Camboya en un grupo de gentes sin razón, ignorantes y que no entendieran nada, que siempre doblaran la cabeza para llevar a cabo las órdenes de la Organización de manera ciega, de la manera en que ellos les habían educado y transformaron a los humildes y nobles jóvenes y adolescentes en ejecutores de una justicia odiosa que los llevó a matar a inocentes, e incluso a sus propios padres, parientes y amigos. Quemaron las plazas de mercado, abolieron el sistema monetario, eliminaron los libros, reglas y principios de la cultura nacional, destruyeron escuelas, hospitales, pagodas y monumentos como fue Angkor Wat, orgullo nacional y memoria del conocimiento, genio e inteligencia de nuestra nación. Intentaron destruir el carácter camboyano y transformar la tierra y las aguas de Camboya en lugares de sangre y lágrimas eliminando toda nuestra cultura, civilización y carácter nacional. Querían destruir toda la sociedad de Camboya y hacer retroceder al país entero hacia la Edad de Piedra."

Algo impactante de esta barbarie, es que  fué un autogenocidio, no se persiguió ninguna raza o religión, fueron los líderes comunistas los que masacraron a su pueblo, unos líderes en su mayoría hijos de la alta sociedad camboyana educados en Europa.
Con la  invasión vietnamita de 1979 el régimen huyó a la selva, dedicándose durante años al terrorismo. Acabada la guerra civil, la ONU empezó a presionar en 1993 al nuevo gobierno para celebrar un juicio contra los responsables de los Jemeres Rojos. Pol Pot murió arrestado por sus propios hombre en 1998. En 2006 se constituye, el tribunal internacional que ha de juzgar a los principales responsables.
Por otro lado, la realidad nos muestra que los principales altos mandos han muerto o son muy ancianos y que la mayor parte de los Jemeres Rojos se han integrado en el ejercito, en la policía o en el actual gobierno, y que con una población cercana al 70% menor de 26 años, las miradas están centradas en el futuro, incierto, pero en paz.
El lastre de varias generaciones sin formación es uno de los grandes retos actuales de Camboya, sin olvidarnos de la la prostitución, el sida, las grandes desigualdades sociales o los campos minados.
Por otro lado hay una ciudad bulliciosa, cosmopolita,  llena de bonitos negocios, hechos con mucho gusto y dispuesta a no mirar atrás.


Pasamos la tarde por el museo de arte nacional y ya de noche salimos en autocar hacia Siem Reap.