jueves, 11 de agosto de 2011

“Mis tres heridas lacerantes” o “El barquero y yo”

(Esto ha empezado como una respuesta breve a un e-mail, pero ya sabéis cuánto me enrollo siempre… Voy a aprovecharlo para una entrada del blog. Lo que no sabéis todos es que hace tres días en Ao Nang nos alquilamos una motocicleta y que en menos de 2 minutos nos comimos una acera a 10 km por hora sin más percance que cuatro rasguños leves, uno mío y tres de Javi, ambos en la pierna izquierda… )


El agua de mar y el rasguño de la rodilla me tienen de muy mal humor: estoy en Ko Phi Phi, uno de los paraísos mundiales del snorkel y el buceo y hoy me he pasado el día encima de un bote medio mareada e intentando compartir sonrisas con el barquero (además de liarnos algunos cigarrillos). De acuario natural en acuario natural mientras Javi se sumergía una y otra vez y yo me tenía que conformar con ver desde la superficie los cientos de peces de extraordinarios colores que venían a comerse lo que salía de mi estómago. No ha servido de nada las dos Biodraminas que me he tomado, ¡las he vomitado también! ¡¡¡Vaya mierda marinera que estoy hecha, sueño con el mar, pero me mareo en un balancín de parque!!!

Es curioso, mientras está en marcha a caballo de las olas me siento de maravillas aunque el culo se resiente. En cuanto amarramos la barca en una boya o echamos las dos anclas y nos quedamos meciéndonos sobre el agua, me mareo y me pongo mala, con la rodilla tirándome y escociendo cada vez que la flexiono para pasar por encima de las tablas para asomarme a mirar o vomitar o para protegerme del sol. Si me hubiera tirado al agua a hacer snorkel en lugar de quedarme en la barca hubiera sido un día extraordinario. Pero es que llevo 8 centímetros cuadrados de la rodilla en carne viva y no se me ha hecho costra de sangre protectora (¡Echo de menos las costras de mi infancia!). Entre el agua salada del baño de ayer y mis curas de betadine y blastoestimulina tengo la herida limpia como una patena. La piel se va regenerando pero no puedo pedir milagros, es la rodilla. La fina película de plaquetas (o lo que sea) que se intenta formar se rompe cada vez que me muevo así que tampoco me atrevo a dejarla mucho rato tiesa, porque cuanto más tardo más me duele luego. Y la experiencia con el bañito de 10 minutos ayer me dejó sin ganas de hacerme otra vez la valiente con el cuento ese de que el agua de mar va muy bien para las heridas; es mentira, ésta está a 33º Celsius y te la deja reblandecida y otra vez en carne viva. ¡Echale sal a la carne viva y ya me contarás!

Pero me quedan todavía seis días y si soy capaz de aguantar mañana también, creo que pasado ya se habrá formado el poquito de piel que necesito para contratar una inmersión con botella de aire y toda la parafernalia de plomos, aletas, chaleco, manómetro, profundímetro... ¡Y a disfrutar en este acuario!

(¿Dónde he dejado la blastoestinulina?  Me la voy a volver a limpiar... ;))

El barquero de hoy era un encanto de hombre, feliz de ganarse unos 70€ (3.000 bats) por llevarnos de un sitio a otro durante siete horas. Hablaba menos inglés que nosotros y cuando lo intentaba no entendíamos ni papa de lo que nos decía. Yo le he preguntado si era de la isla (¿are you from Ko Phi Phi?) y creo que me ha contestado que era musulmán; un par de horas más tarde le he preguntado si estaba casado y tenía hijos y ha soltado una parrafada larguísima de la cual sólo he entendido algo de "muslim" y encima me ha parecido que se quedaba triste, así que me he encogido de hombros y le he soltado un “I dont understan nothing, sorry”, con mi más sentida sonrisa de disculpa.

Cuando lo hemos contratado por la mañana a mí me ha dado buen rollo y como que llevaba un cartón plastificado con un mapa y las tarifas en el que iba señalando, he comprendido perfectamente sin poner nada de atención a sus palabras, pero sí a la cara de buena gente un pelín ansioso por que le dijéramos que yes.

Se ha marchado corriendo a buscar una saca de cubitos para la nevera portátil, seis litros de agua y una bolsa de restos de panadería secos para los peces. En cinco minutos estábamos sobre su barca y en marcha.

Uno de los primeros rincones en que nos ha parado después de rodear un acantilado rocoso espectacular ha sido una playita pequeña. Era una bahía prácticamente cerrada y con muy poco fondo. La playa estaba abarrotada de barcas como la nuestra y otras blancas más grandes para grupos. Parecía que no había sitio y, sin embargo, ha sido capaz de meterla en un hueco entre otras dos mientras hacía requiebros para no encallar con las rocas que sobresalían del fondo arenoso. Otros tres barqueros que miraban sus maniobras y lo desalentaban con comentarios y gestos escépticos, lo han felicitado nada más tocar arena seca. ¡A la primera en tres maniobras!


Ha clavado la segunda ancla en la playa, se ha bajado para acercarla más a la orilla y que yo no me mojara el esparadrapo de la rodilla al saltar y se ha puesto a hablar en no sé qué mezcla de idiomas… (porque si eso era inglés: ¡madre del señor hermoso! ¡Sé aún menos de lo que me pensaba!). Sólo he entendido que nos daba una hora para que nos diéramos una vuelta y que había que pagar 200 bats (unos 5€) por persona para comer. En ese punto ha empezado una conversación de besugos de agárrate que hay curva. Yo que no, que no tenía hambre, que acababa de desayunar. Él que una hora y que a andar y que 200 bats for eat. Javi ya estaba andando por la playa mirando de lejos al resto de turistas y con cara de preferir ver peces. Le grito: Javi, ven, que no entiendo nada, que no sé qué dice de 200 bats por comer aquí o algo así, e insiste. Javi se acerca con cara de “ni hablar”. El barquero habla en tailandés con otro barquero y el otro nos dice en un inglés clarísimo que para poder estar en esa playa que hay que pagar 200 bats for each. “No, no, no, go, go, go, fish, fish -señalando el agua- many tourist and not 200 bats, fish, fish, snorkel, snorkel, go, go”. Javi se ha subido de nuevo. Los otros barqueros le han debido preguntar que qué pasaba y él les ha contestado algo mientras se encogía de hombros y volvía a alzar las dos anclas y maniobraba hacia atrás.


El resto del día ha sido una delicia. Yo he vomitado dos veces. El paisaje en superficie era espectacular. Bajo las aguas trasparentes, un paraíso en el que recuperar la fe en que dios existe seguro (y que yo me he perdido: sigo atea y pensando que el hombre es una alimaña en forma de plaga y encima, de mal humor con mis tres heridas sangrantes: la de la rodilla, la de no saber inglés y la de no haber visto a Dios).

Hemos hecho unas seis paradas diferentes, unas de agua y otras de tierra. En las de agua: mecedora y vómito. ¡Yo sólo!, Javi, HAPPY cual sirena (uno de los miles de peces que ha tenido el placer de disfrutar le ha llegado a morder en una uña mientras se empujaba con otros por un trozo de pan seco en sus mismísimas narices). Hemos pagado 200 bats por persona en otra isla cuando por fin hemos comprendido que se trata de un impuesto turístico (y ojalá sirva para la buena gestión y conservación de este Parque Natural) y le hemos dado la vuelta entera andando en menos de una hora. Perímetro aproximado: 60 % de arena, 20% de rocas basálticas y 20% de calcáreas kársticas, 15 minutos de placer y 45 de infierno para los pies descalzos y también heridos de Javi. Nos hemos comido un pescado fresco entre los tres (y una gatita naranja) en un garito de la Playa de los Gitanos del mar. Qué respetuoso, qué amable y qué inglés más correcto hablaba el patriarca de los mismos cuando me ha saludado desde su silla al pasar y me ha preguntado si necesitaba algo o si podía serme útil de alguna manera. Me ha impresionado ese señor de ojos glaucos.


Y por último: hemos llegado a entender que nuestro barquero además de musulmán y no beber cerveza (pero fuma), está casado, no tiene hijos, es de Ko Phi Phi Don, estaba aquí cuando lo del Tsunami, su barca apareció donde Cristo perdió las botas y poco más… Que es un encanto con muy buen rollo que se esfuerza en explicarse aunque no lo consiga en absoluto. Un hombre sencillo y bueno. Nos hemos despedido ya de noche en el embarcadero con un buen apretón de manos aguantando la mirada y la sonrisa, un thaks for everithing mutuo y un assalamoe `alaykum que él ha devuelto sorprendido con un wa`alaykum assalam.

¡Ah, sí! Más cosas. Que la isla en la que no hemos querido pagar (Ko Phi Leh) es en la que rodaron la peli “La playa” del Di Caprio!!! En fin, qué le vamos a hacer, el corazón por eso no me va a sangrar, con tantísima gente y con todo lo que hemos visto el resto de las seis horas seguro que no debe de tener tanto encanto, ¿verdad?

1 comentario:

  1. ¡Jo, qué cara de enfado tenías en la primera foto! Llevaba un par de entradas de retraso en vuestro blog pero en cuanto me he puesto al día tu descripción de tu trayecto en barca y de las cien veces que has vomitado me ha recordado la navegación que hice yo de Milos a Folérganos, en Grecia, y de los cuidados que dispensamos a los que no podían parar de echarlo todo cada cinco minutos (vestirlos, desvestirlos, traerles agua de beber...) ¡Mil besos!

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