jueves, 11 de agosto de 2011

Phi Phi Islands

Ko Phi Phi Don, la mayor isla del archipiélago y única habitada de forma permanente.


Imagen sacada de Internet de Koh Phi Phi Don

En el paraíso... ¿O no?

Llegamos a Ko Phi Phi Don después de pasar tres días en la tranquila población de Ao Nang, y la verdad, la primera impresión nada más bajar del ferri, no es para nada gratificante. Las dos principales playas están bastante sucias y la isla no gestiona sus propios residuos, que son transportados al continente en barco una vez a la semana, lo que ocasiona que se amontone durante días en las esquinas. No hay papeleras ni contenedores y la gente deja su basura en cualquier parte. Los plásticos campan a sus anchas por la arena. Es algo totalmente incomprensible en un lugar como éste, donde se vive en exclusiva del turismo, aquí no existe la temporada baja y es evidente que se genera mucho dinero.

Por otro lado, los efectos del tsunami que arrasó la isla en el año 2004 todavía se dejan ver, hay canalizaciones rotas y el pavimento de las calles se está arreglando poco a poco.


El pueblo se encuentra entre dos bahías gemelas que se dan la espalda, dejando una estrecha franja de tierra con una calle principal, de la que van saliendo pequeñas ramificaciones. La población local es en su mayoría musulmana y vive exclusivamente del turismo. Bares, restaurantes, clubs de buceo...

Pero claro, después de esto viene cuando entras veinticinco o treinta metros en el agua azul turquesa, transparente como el cristal y en el horizonte se perfilan los contornos de las formas imposibles de las islas e islotes próximos... un poco más cerca, el mar, juega a su antojo con el color azul, y ya delante tuyo, las paredes se elevan verticalmente frenando el paso a la espesa jungla.  La marca de la marea alta te la muestran las estalactitas que cuelgan del hueco que forman las olas y piensas: ¡joder, esto es el paraíso!

Nos hospedamos en unos bungalows, a unos diez minutos del centro subiendo hacia la montaña. No es de lo mejor que hay por aquí, pero no está mal para lo que pagamos, hemos ahorrado bastante dinero viajando por tierra y ahora no lo vamos a gastar en dormir.

Ko Phi Phi Don, exceptuando el pueblo, algunos resorts y unas pocas playas, está cubierta totalmente de espesa jungla. Un camino sube al pico y hay señalados varios senderos de evacuación en caso de tsunami.

No hay vehículos a motor, y para ir a cualquier sitio, tienes que coger un bote taxi.




Hoy, hemos alquilado un bote para todo el día, con la intención de ir de isla en isla.  El paisaje es simplemente espectacular, y exceptuando algún lugar puntual, puedes disfrutar sin aglomeraciones del paisaje, de las playas, y cómo no, del agua. Decir que es como bañarse en un acuario, es quedarse corto para la explosión de vida y colorido que hay bajo el agua, yo nunca he visto nada igual: infinidad de especies de peces con colores de fantasía, enormes bancos de alevines, que te esquivan de forma acrobática, escurridizas morenas... Y una visibilidad, que es el sueño de cualquier buceador. 

Hemos pasado el día de playa en playa y yo, haciendo snorkel. Impresionante...


Al atardecer hemos parado en la playa de los Gitanos del Mar, donde después de rogar que no lo hicieran demasiado, hemos dado cuenta de un delicioso pescado.

Los Moken o Gitanos del Mar, en la actualidad habitan en algunas playas de esta zona de Thailandia, pero hasta hace pocas décadas, eran un pueblo nómada, que vivía en el mar y se refugiaba en las costas cuando llegaba el Monzón. Su conocimiento del mar hizo que no hubiera un solo muerto Moken durante el terrible tsunami de 2004, cuando la "ola que come gente", arrasó las costas y las islas del mar de Andamán, ellos ya estaban en las montañas. No son reconocidos por ningún estado, no usan reloj y el tiempo para ellos es algo muy relativo, pero el turismo ha acabado  por acercar a la mayoría a tierra firme.

Aquí viven unas cuarenta familias que se dedican sobretodo a la pesca y a ofrecer sus mejores capturas a los turistas, a la brasa y a pie de playa. Algunos ofrecen alojamiento y unos pocos han empezado a trabajar en la construcción de bungalows.


Regresamos ya de noche, y de camino al bungaló, ya no me molesta tanto la basura. ¡Mañana inmersión!

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