sábado, 30 de julio de 2011

Phnom Penh

Después de dos días por el delta, llegamos a la frontera con Camboya desde Chau Doc, subiendo en barco lento por el Mekong. Rellenamos un pequeño formulario, pagamos 20 dólares por el visado y salimos en furgoneta hacia la capital, Phnom Penh.
La carretera que discurre paralela al río está en buen estado, un carril para cada sentido y casas a ambos lados con grandes fardos de tela que invaden la calzada, donde se seca el maíz.
El paisaje empieza a cambiar pronto, de entrada sorprende el poco tráfico (comparado con Vietnam) que circula por la carretera, mucho más ordenado, y con puestos de policía inexistentes en Vietnam.
Sorprenden también las viviendas, mucho más cuidadas arquitectónicamente, muchas humildes, la mayor parte, otras, grandes casas unifamiliares,  pero en su mayoría con plantas y jardines y un sentido estético en general mucho más trabajado.
Con el paso de los km. empezamos a ver espectaculares pagodas y estupas,  aquí, a diferencia de sus vecinos del este, si tienen libertad religiosa, y la población es en un 95% budista.
Después de unas tres horas llegamos a Phnom Penh, capital de Camboya, nos alojamos en un guest house (casa de huéspedes 9 dólares con baño y aire acondicionado).
Compramos el  billete allí mismo para salir mañana por la tarde hacia Siem Reap, y acordamos encontrarnos con un conductor de moto carro a las 07:00 para hacer un tour por la ciudad.


Exótica, colorista, dinámica o terrorífica... Todo depende del prisma por el que se mire, Phnom Penh, conocida en otra época como la Perla de Asia, con sus amplias avenidas ajardinadas  y edificios restaurados, aún conserva un toque colonial francés, que junto a la arquitectura Khmer, muy presente en la mayoría de las nuevas construcciones, llena la ciudad de matices exóticos. Mucho más colorista y alegre a simple vista que el resto de ciudades que llevamos visitadas, con un tráfico mucho más relajado y espaciosas zonas verdes, da la impresión de ser un golpe de aire fresco y es frecuente que la gente se quede más de lo proyectado en un principio.
Después de la agradable sorpresa adviertes que no todo es tan perfecto, la ciudad, como sus habitantes, se encuentran en plena transformación de posguerra y todavía queda mucho por hacer, sobre todo en los temas que afectan a la vida de las personas, las tasas de escolarización no son las deseadas, y el trabajo infantil es habitual, la cobertura social se limita a organizaciones no gubernamentales, y la mayor parte de los recursos están en manos extranjeras. 
Aproximadamente viven aquí 1.500.000 personas, y muchas de las principales firmas de Asia tienen delegación en la ciudad, debido a su estratégica ubicación en la confluencia de los ríos Mekong y Tonlé Sap, centro de paso obligado para el transporte fluvial de mercancías  hacia el mar de China. 
Empezamos el día por el palacio real y la pagoda de plata, conjunto espectacular por sus formas y colores. De visita obligada, un recinto magnificamente ajardinado, donde la arquitectura Khmer muestra todo su esplendor. 


Los desplazamientos en moto taxi forman parte del encanto y te permiten ver muchos aspectos de la ciudad de una manera muy cómoda.
Después de los espectaculares palacios visitamos dos lugares mucho menos agradables, el memorial al genocidio, antiguo campo de exterminio y el museo del genocidio, antiguo centro de detención y tortura.
Aquí nadie habla, nadie ríe, las caras normalmente alegres y sonrientes de los turistas tienen aquí el rostro duro y el ceño fruncido, la gente evita mirarse a los ojos, perdiendo la mirada hacia cualquier lugar mientras se pasea por estos campos de la muerte.
Aquí se produjo el genocidio más grande en términos porcentuales de la historia.
La dictadura de los Jemeres Rojos (1975-1979) provocó la muerte de unos dos millones de personas, una cuarta parte de la población total de Camboya. Encabezados por Pol Pot instauraron un régimen rural, prohibiendo la vida en las ciudades, la educación,  la moneda, disolvieron los matrimonios así como la estructura familiar, "reubicaron" a millones de personas en campos de trabajos forzados en zonas rurales, rompieron relaciones exteriores con el mundo y se dedicaron ha asesinar a niños, niñas, ancianos, mujeres y hombres por el simple hecho de saber leer o llevar gafas. No hay Camboyano que no tenga algún familiar muerto o desaparecido, pero nadie quiere hablar, una amnesia colectiva parece haberse apoderado de la población y solo nombrar el nombre de Pol Pot es un gesto mal visto, se hace evidente la falta de interés en este tema, si se comparan las pobres instalaciones que se dedican a conmemorar aquellos horrores, con otras dedicadas a  simples nimiedades, todo el mundo quiere olvidar.


En la entrada del museo se puede leer el siguiente texto:

"En este siglo XX Camboya vio como la banda de criminales de Pol Pot cometió el genocidio más odioso de la actualidad, la matanza de la población con una atrocidad incalculable, mucho más cruel que el genocidio cometido por el fascismo de Hitler, más terrible que cualquier otra experiencia que el mundo haya conocido antes. Con estupor delante de nosotros, imaginamos la voz dolorosa de las víctimas maltratadas por los hombres de Pol Pot con palos de bambú o azadones y apuñaladas con armas blancas. Nos parece estar mirando las escenas de horror y pánico. Los rostros heridos de personas fatigadas por el hambre o por los trabajos forzados o torturadas sin misericordia en sus famélicos cuerpos. Murieron sin dar las últimas palabras a sus parientes y amigos. Como si fueran animales dañinos, las víctimas eran golpeadas con palos en sus cabezas o con azadones y apuñalados antes de su último aliento. ¡Cuán amargo final viendo a sus niños queridos, esposas, maridos, hermanos o hermanas atados fuertemente antes de la masacre! Aquel momento en que esperaban por turnos la misma suerte trágica de los demás. El método de matanza que la banda de criminales de Pol Pot hizo con camboyanos inocentes no puede describirse total y claramente con palabras, porque la invención de tales métodos es extrañamente cruel, por lo que es difícil determinar quiénes fueron ellos, pues tenían forma humana, pero sus corazones eran los corazones del demonio, tenían rostros camboyanos, pero sus actividades eran completamente reaccionarias. Quisieron transformar a la gente de Camboya en un grupo de gentes sin razón, ignorantes y que no entendieran nada, que siempre doblaran la cabeza para llevar a cabo las órdenes de la Organización de manera ciega, de la manera en que ellos les habían educado y transformaron a los humildes y nobles jóvenes y adolescentes en ejecutores de una justicia odiosa que los llevó a matar a inocentes, e incluso a sus propios padres, parientes y amigos. Quemaron las plazas de mercado, abolieron el sistema monetario, eliminaron los libros, reglas y principios de la cultura nacional, destruyeron escuelas, hospitales, pagodas y monumentos como fue Angkor Wat, orgullo nacional y memoria del conocimiento, genio e inteligencia de nuestra nación. Intentaron destruir el carácter camboyano y transformar la tierra y las aguas de Camboya en lugares de sangre y lágrimas eliminando toda nuestra cultura, civilización y carácter nacional. Querían destruir toda la sociedad de Camboya y hacer retroceder al país entero hacia la Edad de Piedra."

Algo impactante de esta barbarie, es que  fué un autogenocidio, no se persiguió ninguna raza o religión, fueron los líderes comunistas los que masacraron a su pueblo, unos líderes en su mayoría hijos de la alta sociedad camboyana educados en Europa.
Con la  invasión vietnamita de 1979 el régimen huyó a la selva, dedicándose durante años al terrorismo. Acabada la guerra civil, la ONU empezó a presionar en 1993 al nuevo gobierno para celebrar un juicio contra los responsables de los Jemeres Rojos. Pol Pot murió arrestado por sus propios hombre en 1998. En 2006 se constituye, el tribunal internacional que ha de juzgar a los principales responsables.
Por otro lado, la realidad nos muestra que los principales altos mandos han muerto o son muy ancianos y que la mayor parte de los Jemeres Rojos se han integrado en el ejercito, en la policía o en el actual gobierno, y que con una población cercana al 70% menor de 26 años, las miradas están centradas en el futuro, incierto, pero en paz.
El lastre de varias generaciones sin formación es uno de los grandes retos actuales de Camboya, sin olvidarnos de la la prostitución, el sida, las grandes desigualdades sociales o los campos minados.
Por otro lado hay una ciudad bulliciosa, cosmopolita,  llena de bonitos negocios, hechos con mucho gusto y dispuesta a no mirar atrás.


Pasamos la tarde por el museo de arte nacional y ya de noche salimos en autocar hacia Siem Reap.

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